AMPARO MUÑOZ, MISS UNIVERSO 1974 (QEPD), ESPAÑA. ESTAS FUERON SUS DECLARACIONES ACERCA DE SU REINADO:
“En Nueva York la organización me dijo que mi vida era poco vendible y que querían inventarme una biografía, a lo que me negué. Ahí apareció Ana Maria Cumba, la chaperona que se encargaría de cuidarme y de modificar mi vida como a la antecesora. Nunca entendí su comportamiento pero si llegué a descubrir que incluso me espiaba y escuchaba mis conversaciones telefónicas. El conflicto surgió al querer ir a casa. La organización me daba sólo cinco días y al final cedió.
A mi me tocaba viajar por todo el mundo. Las empresas pagaban para que anunciase sus productos, la organización cobraba y yo sólo me limitaba a sonreír. Al cabo de un tiempo estaba harta y les dije, estarlo, de tantas fotos en bañador con banda y corona, les dije que no quería ninguna más. Para ellos todo estaba a la perfección, me habían ‘comprado’ para venderme al mejor postor, y ¿quién pagaba más? Mi salud. Mi vida era el precio.
Todo era hipocresía, llegaba a algún país y la gente se abalanzaba a verme pero no me permitían tocarles. Al llegar a Honduras no pude más y me desmayé en un evento, tras el cual me dieron tres días de descanso. Los médicos me prohibieron viajar a México para evitar problemas con la altura pero la organización no acató las ordenes médicas. Yo no podía más y conseguí que me dejaran descansar dos dias más. Que yo empezara a decir que "no" constantemente no estaba en los planes de la organización.
En una ocasión, de gira por Centroamérica, no pude más y le pegué dos bofetadas a una chaperona que me tenía controladísima. Convivir con estas mujeres era un suplicio: una se creía tanto su papel tan al pie de la letra que no me dejaba ni respirar. La agresión a la chaperona no quedo impune. Robert Parkinson, el vicepresidente vino a verme y con evidente mal humor como si hablaramos el mismo idioma empezó a reprenderme. No sabía lo que me estaba diciendo y desesperada interrumpí su monólogo y empecé a dar saltos en la cama.
-Estoy harta!- grité sin dejar de llorar- Me tratais como si fuera un animal! Soy un ser humano, me oyes y no un bulto que se mueve de un lado a otro.
El hombre quedó estupefacto. Tuve la sensación que me entendía aunque no hablase una palabra de español. Después me metieron a clases intensas de inglés y a partir de ahí nuestra relación fue más fluída. Al poco tiempo, Robert dimitió de la organización.
Estuve sometida a mucha presión los dias siguientes, en Francia volví a sufrir un desmayo que me empujó a consultar un abogado para estudiar la forma de romper mi contrato con Miss Universo. Su dictamen fue rotundo: "No hay forma legal de romper el contrato. Durante un año al menos estás atada a ellos."
Al llegar Navidad volví a España después de haber dudado participar en una cabalgata con Robert DeNiro y Al Pacino en Nueva York. Cuando llegué a Málaga mi padre había hecho colocar un pino navideño gigantesco en la entrada y toda la familia me esperaba para decorarlo. Todo era cariño. De pronto me dije: "Dios mío, qué me estoy perdiendo" Si, lo tenía todo, menos eso, cariño y afecto. Recordé todas esas noches que me había dormido llorando sola en lugares lejanos sin gente a mi lado.
Tomé la decisión de renunciar en Málaga, no podía ser en otro lugar. En otro lugar sería imposible pues la chaperona siempre tenía mi pasaporte. Telefoneé a la sede central y les dije que no viajaría a Tokio. La distancia era una baza a mi favor. Grassler me dijo que nunca más trabajaria, que sería como haber muerto y que mi familia moriría de hambre.
Tardaron en olvidarse de mí y por supuesto no soltaron un céntimo de la dotación del premio. Los regalos y los autos tampoco llegaron a mis manos, era imposible importar coches a España y desistí. Tras mi renuncia tuve que empezar de cero, nadie me contrataba, pensaban que sería yo muy cara por ser Miss Universo.
Empecé nuevamente desde abajo. No volví a acercarme a un concurso de belleza ni conservo amistades relacionadas con ese mundo. Aquello fue un paréntesis en mi vida. Una vez me invitaron de jurado al Miss España y finalmente acepté solo para descubrir que Norma Duval, a quien había yo vencido en Miss España, coronaría a la ganadora y yo, la única española Miss Universo coronaría a la Dama de Honor (segundo lugar). Ya tenía la respuesta a mis dudas y mi curiosidad, me levanté de la mesa del jurado y me fui.
No me arrepiento nunca de haber sido la primera Miss Universo que dijo "basta". Tampoco reniego de mi paso por los concursos de belleza. Al contrario me abrireron los ojos al mundo. Volví para empezar de nuevo con el mismo deseo de comerme al mundo, con la traquilidad de haber sido fiel a mis sentimientos y coherente con la mentalidad de una chica de veinte años. Medí fuerzas con un gigante. Y yo no era David.”