En el reino de OZ
Claudia Ortiz de Zevallos
Escribe: Rebeca Vaisman / Fotos: Marco Garro
A Claudia Ortiz de Zevallos le gustaba vestirse sola desde que era pequeña. Cuando empezó a diseñar ropa para niñas, ese recuerdo era su fuente de inspiración. Entonces se enteró de que iba a ser madre. Arena, su hija, es ahora la muñeca que Claudia siempre quiso. Y juntas son las mejores modelos para la línea de ropa que viste a madres y a hijas: una marca que Claudia ha llamado OZ.
Un triciclo al pie de la puerta del departamento es el carruaje que espera por su dueña. El vehículo oficial en el cual, seguramente, se la trasladará al parque a espaldas del edificio, un jardín gigante cuyos confines aún no puede adivinar. Pero eso será más tarde. Adentro, Arena, de año y tres meses, acaba de quedarse dormida. Todavía se alcanza a oír su voz, una leve queja: la de alguien que no tiene tiempo para siestas. En el balcón, el perro se acomoda: mientras la pequeña no se despierte, el guardián también puede descansar.
Claudia Ortiz de Zevallos ve su propio reflejo en su hija. Su relación tan estrecha es una historia que se repite porque quiere volverse a escuchar; es como un cuento. Claudia, la cara limpia y el pelo en una cola, recuerda su infancia feliz como muñeca de su madre. Esta era modelo y dueña de una boutique de ropa en Arequipa. Y Claudia era feliz creciendo entre trapos. Nunca ha conocido a una niña que haga lo que ella: no podía irse a dormir si las medias no combinaban con los pijamas. Dejaba que su madre la vistiera. Pero cada vez que podía, ella misma escogía su ropa. Y quería combinar hasta el último arete que elegía.
Arena todavía es muy pequeña. Pero es coqueta como Claudia. Pide que le pongan ganchos en el pelo. Aún no puede ponérselos ella: se le resbalan de las manos. Muy pronto podrá. Le gusta acercarse al espejo y mirarse. Pero, sobre todo, le gusta mirar a su mamá.
Hace un par de años, a fines del 2011, Ortiz de Zevallos decidió combinar algo más: su carrera en el modelaje con la creación de una marca de ropa para niños. Ella fue la única en su promoción de CEAM interesada en el diseño infantil. De hecho –cuenta Claudia–, trabajar con niños fue algo que quiso desde muy joven: pensó estudiar Educación Inicial, primero, y Arte con miras a hacer terapia infantil después. Ya en la carrera de Diseño de Modas, los figurines que dibujaba tenían el cuerpo estilizado, llevaban trajes de noche y chaquetas de cuero, y tenían también colitas y cara de bebé. Así, luego de unos años, crear una marca para niñas fue un movimiento natural en ella. Su inspiración era aquella muñeca de su madre que en algún momento ella había sido. El nombre: OZ, para evocar un breve reino de fantasía que pasa muy rápido en la vida.
Se encontraba en plena fase de prueba de su primera colección, cuando se enteró de que estaba embarazada: no lo esperaba. Entonces todo lo demás quedó de lado. «Me dediqué a organizar mi nueva vida», dice Claudia. Ella y Eduardo Aramburú, su novio, con quien pronto se casará, se mudaron juntos. Y Claudia se dedicó a una experiencia que la tomó por sorpresa. Su cuerpo se transformaba, y, dentro, un nuevo proyecto –el mejor– tomaba forma.
Claudia habla con sinceridad sobre esta nueva etapa en su vida. Consciente, además, de que aún no termina. Piensa la maternidad como algo natural en toda mujer, como una identidad que esta sabrá asumir. Pero Claudia ha descubierto que es un proceso de cambio profundo. Ella aún está adaptándose a su nueva situación, a la nueva persona en su vida y a los cambios por los que continúa pasando su cuerpo. Para que el proceso sea fácil para las dos, Claudia procura siempre estar cerca de Arena.
Cuando ella tenía apenas meses de nacida, Claudia empezó a confeccionar accesorios a mano: vinchas, chuponeras y lazos que luego su hija usaría. Ahí renacieron las ganas de continuar con OZ. La pausa fue buena: Ortiz de Zevallos reconoce que su primera colección tuvo varios errores que ahora corrige. La primera vez hizo muchos modelos con pocas tallas. Y creó vestidos de cumpleaños hermosos: con cuellos tiesos, parados; fajines y chaquetas con bobos. Ahora ha descubierto que la comodidad es una característica que supera a cualquier otra. Tanto para la madre como para el niño. «La tengo clarísima», agrega, con una sonrisa de seguridad.
Tal vez porque la maternidad fue una sorpresa y un descubrimiento. O porque su hija pequeña ha probado ser su compañía favorita, y su mejor inspiración. Lo cierto es que para el relanzamiento de OZ, Claudia quiso crear una línea paralela, además de la convencional. Una más divertida, que propone vestir tanto a la hija como a la madre. Con prendas iguales. Se trata de una versión adulta para la ropa de la niña. Una adaptación, precisa Claudia. De hecho, las telas para su colección de primavera no tienen motivos infantiles. Incluso los colores se alejan de una paleta conservadoramente infantil. El resultado es un juego al que las mamás tienen que atreverse. Pero Claudia afirma que cada vez que llega con Arena a una fiesta de cumpleaños son la sensación. Madre e hija, vestidas iguales. Y antes, frente al espejo, Arena se ha emocionado por parecerse a mamá. «Para mí es lo máximo ver a mi hija vestida igual que yo, pero también me encanta que para ella sea lo máximo verme a mí igual que ella», dice Claudia.
Se visten iguales en ocasiones especiales, pero también para pasar los domingos, para jugar en el parque o comprar en el supermercado. Y siempre es divertido. Claudia quiere tener otro hijo pronto. Si es hombre, se aventurará a trabajar una colección para niños.
Finalmente, como todo reino de fantasía, como todo juego de muñecas, dura poco: Claudia y Arena quieren divertirse juntas todo el tiempo que puedan.