Por Patricia Vargas CasianoPodríamos describir a Stephanie del Valle Díaz, la recién coronada Miss Mundo 2016, como la antítesis de las típicas reinas de belleza, esas que suelen dedicarle más tiempo a su entrenamiento físico y belleza que a su crecimiento espiritual e intelectual. Esas que prefieren esconderse detrás del maquillaje, extensiones y operaciones estéticas antes de mostrar quiénes verdaderamente son.
No critico a quienes se preparan de esa forma, pero me parece que es desproporcional a lo que debe ser prioridad para el ser humano.
Quizás a partir del triunfo de Stephanie cambie la percepción de que una reina tiene que ser la más bella, cuasiperfecta, para ganar un concurso de belleza. Entre Miss Mundo y Miss Universo hay diferencias que, para bien, cada vez se diluyen más, porque ahora las jóvenes no sólo desean la paz mundial, sino que han comenzado a practicarla con pequeños gestos, como vemos por ejemplo en la iniciativa de “Belleza con propósito” del certamen de Miss Mundo.
¿Pero cómo es Stephanie? Es una niña grande, amorosa, estudiosa, espontánea, generosa, confiada en sus capacidades, mejor hija y hermana, y sobre todo de principios inalterables. Cualidades que el público pudo observar durante el concurso y por lo que el pueblo puertorriqueño sigue celebrando.
Stephanie, quien cumple 20 años el 30 de diciembre, no clasificó en ninguna de las competencias previas que se celebran en Miss Mundo, incluso, no ganó la de talento que es su fuerte. Tampoco tuvo suerte en la competencia de “Belleza con propósito”, para la que trabajó con amor en la organización Lily’s Angels. Su trabajo y lo que hizo con la entidad apenas se vio en las imágenes de las presentaciones del concurso, y siempre fue la última en ser llamada mientras avanzaba en la competencia.
Sin embargo, hubo gestos de su parte que fueron revelando su sensibilidad ante las cámaras, como su alegría cuando la candidata de República Dominicana fue llamada para unirse al grupo de semifinalistas antes que a ella. O cuando abrazó a sus compañeras cuando anunciaron que era Miss Mundo, o cuando se levantó del trono para tomar de las manos a la dominicana y a la filipina para unirse a ellas en la canción final, cuando el protocolo es que la reina permanece sentada o al frente de las demás.
Stephanie estaba preparada para ganar, pero también para no ser coronada. Eso lo asumió desde temprano y me consta porque lo hablamos mucho, pero desde la perspectiva de que no iba a desanimarse ni un segundo y que disfrutaría cada momento. Por eso, cuando escuchó el nombre de Puerto Rico gritó y salió caminando de prisa hacia la corona, una expresión que pareció salir de la inocencia de una niña.
Stephanie no tiene cirugías. A los 11 años sufrió un accidente que provocó una fractura en su nariz y fue operada. Aunque todavía le faltaba un retoque, prefirió no hacerlo. Tampoco se agrandó el busto, como se dieron cuenta en su bello traje del diseñador Carlos Alberto. Tiene lo que la naturaleza le dio, aunque algunos diseñadores locales hubieran preferido que tuviera más. Ni siquiera extensiones ni uñas postizas usa, y no tenía problemas en dejarse ver sin maquillaje cuando las chicas eran llamadas de prisa. Lo primero para ella ha sido la puntualidad.
Muchas jóvenes emularán a esta reina de belleza, como lo hicieron en su momento con la primera Miss Mundo puertorriqueña, Wilnelia Merced, y las Miss Universo Marisol Malaret, Dayanara Torres, Deborah Carthy, Denise Quiñones y Zuleyka Rivera.
Sin embargo, el éxito que han tenido estas reinas no es por una vaga imitación sin sustancia en la que repiten una y otra vez esos discursos trillados y superficiales que salen en automático, no importa cuál sea la pregunta. Lo que ha sido vital y las ha llevado al triunfo es que han sido genuinas, que se han cultivado y que han llegado a la gente tal cual son, con la simpleza de cualquier joven con aspiraciones.
Stephanie vivirá un año en Londres apartada de su familia, viajará el mundo, conocerá dignatarios, gente famosa y el glamour de la moda. También verá de cerca la miseria que nunca pensó, crecerá como ser humano y quizás verá el mundo de otro modo al concluir su reinado.
Así como aposté el sábado en Facebook que Stephanie ganaría la corona de Miss Mundo y que su triunfo se lo daría Wilnelia Merced, vuelvo a apostar que ella será una de las reinas de belleza más recordadas por representar a esta Isla con altura, así como por su compromiso con “Belleza con propósito”, cuyas obras han cambiado las vidas de millones de niños a través del mundo.