........La tristeza es tan necesaria como la alegría. Pero desde hace unas décadas en la sociedad occidental se nos exige un falso “felicismo” que nos lleva a no experimentar de forma sana emociones necesarias para nuestro crecimiento. Parece que solo es válido mostrar la cara bonita de nuestra vida, como si estuviera prohibido sentir y mostrar emociones que no acompañan a esta obsesión de estar alegre en todo momento.
La tristeza es una emoción necesaria, pero el hecho de que se convierta en un vicio o un estado recurrente nos indica que tenemos que poner más atención a la hora de mejorar nuestra gestión emocional. Incluso cuando estar tristes es natural, ante la pérdida de un ser querido, el conocimiento de una enfermedad o la pérdida del trabajo, se puede convertir en una emoción insana cuando alcanza niveles de intensidad muy altos o se perpetúa en el tiempo.
Otro tipo de tristeza, mas desadaptativa, es aquella que nace de no quererse uno mismo. Es el resultado de despreciarnos sin saberlo, y no a la atribución de la falta de cariño de los demás. Estamos tristes y sin ganas de nada porque subjetivábamos que los demás no comprenden lo que nos pasa por dentro.
¿Cuándo la tristeza deja de ser adaptativa?
La tristeza es considerada una de las emociones básicas, correspondientes a reacciones afectivas innatas, presentes en todos los seres humanos y necesarias para una correcta regulación emocional ante situaciones negativas.
La presencia en nuestra vida de emociones como la tristeza es normal y adaptativo, ya que nos ayuda a adaptarnos a la realidad cuando vivimos situaciones de separación física o psicológica, la pérdida o el fracaso, la decepción, ante la ausencia de actividades reforzadas y ante la experiencia de dolor crónico, entre otros.
Cuando esta emoción deja de ser adaptativa y viene acompañada por otros síntomas, como dificultad para conciliar el sueño o dormir en exceso, apatía, pérdida de ilusión, pensamientos negativos sobre uno mismo y sobre su vida, la vida de la persona sufre una interferencia. Entonces estamos frente a un problema.
La presencia de pensamientos y sentimientos negativos y distorsionados sobre la realidad origina tristeza y desesperanza. Las personas tristes se perciben a sí mismas como poco valiosas, se dejan llevar por estas emociones de tal manera que abandona sus actividades. Así, no solo se perciben como de menos valor sino que abandonan las actividades en las que podrían contrastar con la realidad esta estimación de valor, de manera que la creencia se toma por válida.
Es aquí cuando empieza el círculo vicioso, puesto que dejan de lado su rutina y actividades placenteras por su estado de ánimo negativo, sin saber que precisamente son estas actividades las que le podrían ayudar a mejorar su situación y a evitar que el bajo estado de ánimo se intensifique. Así, se crea una dinámica en la que la inactividad “llama” a la inactividad.
Contra la tristeza, autoestima
La tristeza más desadaptativa no es la expresión de que nadie nos quiera, sino el impacto negativo de no quererse uno mismo. El origen de esta tristeza no es el odio de los demás, sino el desprecio de uno mismo que se manifiesta en los pensamientos que se tienden a rumiar en estas circunstancias.
En algunos casos, el origen de este mundo atormentado hay que buscarlo en la ausencia de cuidado, de afecto y de amor en los primeros años de nuestra vida. La mala gestión de las emociones durante la infancia es la semilla plantada en su día que hoy tiene como fruto la manera de ralacionarse con la tristeza que hemos descrito.
La importancia de la autoestima radica en que nos concierne a nosotros, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar, de actuar y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima.
Tener una autoestima ajustada ayuda a controlar los pensamientos y emociones negativos sobre uno mismo y los demás que alimentan a la tristeza. Una buena autovaloración personal aleja los sentimientos de desesperanza, melancolía y tristeza que nos llevan a la desidia y al abandono de las actividades placenteras.
La verdadera seguridad no está relacionada con tus circunstancias externas, las cuales están regidas por leyes universales que no puedes controlar. Más bien se trata de un estado emocional interno que te permite vivir con confianza, coraje y valentía.
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